• La neurociencia como herramienta para la mejora del aprendizaje
Martes, 13 Octubre, 2020

La neurociencia es el estudio multidisciplinar del cerebro y el cerebro es la herramienta con la que enseñamos y la herramienta con la que aprendemos.

Durante mucho tiempo se ha planteado que la neurociencia y la educación eran dominios demasiado alejados: uno forjado en el ámbito controlado del laboratorio, con maquinaria sofisticada y cara, con técnicas complejas y modelos simplificados, muy diferentes de la realidad. El otro en el ambiente fresco, natural y a veces caótico del aula, con herramientas simples, con poca capacidad de inversión, con numerosas variables incontrolables y con la maravillosa variedad de la especie humana.

Las cosas han cambiado. La neurociencia ha avanzado considerablemente en numerosos aspectos: hemos aprendido mucho sobre la estructura cerebral, incluidas las escasísimas diferencias en los cerebros de hombres y de mujeres; la función cerebral, incluyendo los procesos básicos del aprendizaje, la memoria, la inteligencia, la atención, la empatía y la voluntad; el dominio de los principios esenciales de la lectoescritura, las matemáticas, la música, la sociabilidad. Nos hemos dado cuenta de la importancia de la creatividad, «formar cerebros originales» como pedía Ramón y Cajal, de la influencia positiva de la actividad física en el entorno académico y como el niño necesita, para avanzar en sus estudios, una alimentación sana y suficiente, estímulos ricos y positivos, suficientes horas de sueño, interacciones frecuentes, conversaciones y muestras de cariño.

En el aula se sigue haciendo el buen trabajo realizado durante décadas, formamos a generaciones que se convierten en el eje de la modernización de nuestro país, en el futuro de todos nosotros y, al mismo tiempo, se van incluyendo nuevas líneas que amplían y mejoran nuestra actividad docente entre las que están, por citar algunas, la inclusión, las alfabetizaciones múltiples y el reconocimiento de la neurodiversidad. El currículum no ha parado de cambiar, al igual que la legislación, pero en lo esencial el proceso educativo sigue siendo muy fiel a sí mismo.

Las neurociencias nos ayudan a entender cómo el cerebro aprende. En primer lugar, nos han enseñado a conocer y aprovechar los mecanismos básicos del aprendizaje, fundamentados en la plasticidad neuronal y en la maduración personal. Entre otros temas nos han ayudado a entender los mecanismos neuronales de la lectura, la cognición numérica, el circuito de recompensa, el lenguaje, la atención, la memoria y la inteligencia, entendida esta última como resolución de problemas. En segundo lugar, también nos han aportado información sobre otros aspectos importantes que influyen en la vida escolar como la formación de hábitos, el trabajo en equipo (cooperación, establecimiento de turnos, reparto de tareas, asunción de responsabilidades), el desarrollo de las funciones ejecutivas (memoria de trabajo, control de impulsos, planificación) y el neurodesarrollo de la moralidad (juego limpio, trato justo, igualdad y respeto a la diferencia). Otro ámbito en el que las neurociencias están aportando información útil ha sido el manejo de las emociones, entendiendo las emociones básicas y enseñando a establecer una gestión positiva de las interacciones emocionales en función de la situación y la edad del niño. En cuarto lugar, las neurociencias ayudan a detectar y eliminar mitos relacionados con la educación, que afectan negativamente al trabajo en el aula y generan una pérdida de esfuerzos, tiempo y dinero. Debemos tener el compromiso de establecer un diálogo directo entre investigadores y educadores, evitando lo que se ha llamado los «intermediarios de la industria del aprendizaje basada en el cerebro» que en demasiadas ocasiones únicamente priorizan el beneficio comercial, tergiversan los resultados que ofrece la neurociencia y promueven métodos sin evidencia científica detrás.

A veces los docentes queremos recetas sencillas, balas mágicas, trucos que solucionen las dificultades que nos plantea el día a día en clase. Nosotros más que nadie debemos saber que más allá del esfuerzo, el cariño a los estudiantes, la vocación y el compromiso, no hay tales fórmulas magistrales. Cada niño es diferente, cada clase es diferente, cada situación es diferente. Si tuviéramos que proponer una estrategia potente, algo que encaje en nuestras tradiciones, que esté al alcance de todos, que genere un resultado positivo con certeza propondría una palabra, tres letras: lee. La producción científica es enorme, pero nunca ha estado tan al alcance de todos nosotros. Ya no hace falta ni desplazarnos a la biblioteca, la mayor biblioteca del mundo es ya internet y la tenemos normalmente al alcance de la mano. Hay cantidad de fuentes fiables, también de no fiables, pero un educador es, sin duda, de las personas mejor preparadas para distinguir unas de otras. La primera experiencia será sentirnos abrumados, de cualquier tema encontraremos miles de páginas, unas sencillas, otras más complejas; en segundo lugar sentiremos desconcierto y preocupación, muchas de nuestras creencias, de los principios con los que trabajamos diariamente veremos que son falsos o, al menos, de dudosa fiabilidad; en tercer lugar, encontraremos ocasionalmente pequeñas joyas, ideas útiles, recursos valiosos, compañeros interesantes, personas y cosas que nos harán pensar, sonreír, querer saber más; finalmente, organizaremos esa información en itinerarios, buscaremos como compartir nuestros hallazgos, pasaremos de ser consumidores de información a facilitadores y luego a creadores.

Maestros y profesores, en general, tienen una excelente disposición sobre el uso de los hallazgos neurocientíficos que se puedan aplicar en el ámbito de la educación y suelen pensar que es más probable que puedan ser útiles para mejorar la metodología de enseñanza que el contenido del currículo. Vivimos en tiempos convulsos, pero si lo pensamos un poco, a pesar de todas las dificultades y preocupaciones, nuestra profesión nunca ha sido tan necesaria, tan potente, con tantas posibilidades. Tenemos que conseguir, sin filosofías baratas, ser la mejor versión de nosotros mismos, la cristalización de nuestros sueños de cuando éramos estudiantes, el profesor o profesora que siempre quisimos ser. Creo sinceramente que las neurociencias están de nuestro lado, nos aportan la solidez del método científico y nos dan pautas fiables para guiar nuestro trabajo. Son un campo en expansión y acercarnos a ellas nos hace sentir la aventura del descubrimiento, el vértigo del avance acelerado, la gran época en la que vivimos. Ese es también nuestro mundo. Como dijo Cajal, en ese precioso español de hace un siglo «Es preciso sacudir enérgicamente el bosque de las neuronas cerebrales adormecidas».

¿Cómo podemos aprovechar el avance neurocientífico en el aula?
19 de octubre de 2020

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José Ramón Alonso

Catedrático de Biología celular en la Universidad de Salamanca e investigador principal del Instituto de Neurociencias de Castilla y León. Investigador y profesor visitante en universidades de Alemania y Estados Unidos, es doctor honoris causa por universidades de Colombia, Bolivia y Perú. Ha dirigido 17 tesis doctorales y publicado más de 150 artículos en revistas internacionales de impacto. Ha escrito 40 libros sobre divulgación científica y más de 200 artículos en prensa y radio sobre educación y ciencia.

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