Durante los últimos años ha cobrado fuerza la idea de que sólo experimentando emociones de las llamadas positivas  se puede aprender. En unas pocas décadas hemos pasado de “la letra con sangre entra” a “sólo si estamos alegres o entusiastas aprendemos”. ¿Cuál es la razón de un giro tan radical? ¿Estamos frente a un cambio de perspectiva que descansa sobre hallazgos empíricos o se trata más bien de una nueva moda educativa?

FECYT, en colaboración con un grupo de expertos en áreas como la psicología, las ciencias de la educación o las neurociencias, ha desarrollado un curso de formación del profesorado, a través de Internet, con el objetivo de mejorar el conocimiento, la práctica y la toma de decisiones educativas guiadas por la investigación científica.

Os invitamos a ver los momentos destacados que tuvimos en el debate del Twitter Chat el pasado 19 de octubre con José Ramón Alonso tras publicar su artículo “La neurociencia como herramienta para la mejora del aprendizaje”.

Durante mucho tiempo se ha planteado que la neurociencia y la educación eran dominios demasiado alejados: uno forjado en el ámbito controlado del laboratorio, con maquinaria sofisticada y cara, con técnicas complejas y modelos simplificados, muy diferentes de la realidad. El otro en el ambiente fresco, natural y a veces caótico del aula, con herramientas simples, con poca capacidad de inversión, con numerosas variables incontrolables y con la maravillosa variedad de la especie humana.

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