Tanto las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) como las redes sociales han suscitado, ya desde sus orígenes, grandes debates sobre la idoneidad de su uso en el aula por parte de estudiantes, docentes y familias. Estos debates complican las decisiones de los equipos directivos de los centros educativos, que se dividen entre quienes apuestan firmemente por el uso de TIC de manera global y quienes prefieren un uso más focalizado en la propia competencia digital.

¿Aprendemos mejor con las TIC en el aula? ¿Papel o en pantalla? ¿Sigue siendo necesario practicar la caligrafía o nos centramos en la escritura digital? ¿Cuáles son las ventajas de las pizarras digitales? ¿Es necesario que cada estudiante tenga su tablet o portátil? Y, ¿qué hay de las redes sociales?

Los estereotipos de género (al igual que los vinculados a otros factores como el nivel socioeconómico, el origen sociocultural, la etnia, o la procedencia urbana/rural) están presentes en nuestro día a día. Forman parte de nuestra forma de pensar y actuar y, por ello, condicionan la mayoría de las decisiones que tomamos a nivel personal, académico, y/o profesional.

Pocas cosas podrán afirmarse con tanta rotundidad sobre “la escuela del futuro” como que la diversidad será –es ya– una de sus señas de identidad. Y no sólo en términos cuantitativos –un incremento en el número de alumnos que responden a este perfil y precisan apoyo-, sino también en la propia heterogeneidad que configura el término diversidad.

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